Y su peor enemigo by Eoin Colfer

Y su peor enemigo by Eoin Colfer

autor:Eoin Colfer [Colfer, Eoin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Infantil y juvenil, Fantástico
publicado: 2008-08-06T22:00:00+00:00


CAPÍTULO XI

DESECHOS DE PALOMA

ZOCO DE LOS CURTIDORES, MEDINA DE FEZ

HOLLY infló una cápsula-camaleón y la colocó en la sombra de la parte inferior de la balconada de piedra que da a la curtiduría de Fez. Cuando vieron el camino despejado, ella y Artemis se encaramaron a la cápsula a través de la diminuta puerta de acceso y se acomodaron como pudieron en los asientos hinchables. Artemis se dio un golpe con las rodillas contra la barbilla, y le rechinaron los dientes.

—Como ya he dicho, cada día estás más alto —dijo Holly.

De un soplo, Artemis se apartó un mechón de pelo negro del ojo.

—Y tengo más pelo.

—Tu pelo ha sido lo único que ha impedido al pequeño Arty reconocerse a sí mismo, así que deberías estar contento.

Holly había sacado la bolsa de lona con la cápsula del almacén de Tara junto con una Neutrino de mano y distintos disfraces, cada cual más acertado. Artemis llevaba una camisa marrón que le llegaba hasta las rodillas y sandalias de tiras de cuero, mientras que los peculiares rasgos de Holly estaban disimulados bajo un pañuelo y una chilaba.

La cápsula camaleón era un viejo modelo portátil y básicamente consistía en una bola con una capa externa transparente que se hinchaba con un depósito de gas cromático que cambiaba de color para imitar el entorno que la rodeaba. Eso era lo máximo que podía hacer en cuanto a prestaciones tecnológicas: ni equipo direccional, ni armamento de a bordo, solo una pantalla táctil y dos asientos diminutos.

—¿No tiene filtros de aire? —preguntó Artemis.

—Por desgracia no —contestó, tapándose la nariz con el pañuelo que le cubría la cabeza—. ¿Qué es ese olor?

—Desechos de paloma disueltos —respondió Artemis—. Poseen un altísimo porcentaje de acidez y, por supuesto, abundan por todas partes. Los curtidores las usan para suavizar las pieles antes de teñirlas.

La curtiduría que se extendía bajo sus pies era un espectáculo digno de ver: por todo el patio había distribuidas varias cubas de piedra gigantescas formando un dibujo de nido de abeja, cada una de ellas llena con suavizantes ácidos o tintes vegetales como azafrán y henna. Los curtidores estaban de pie junto a las cubas de tintura, remojando concienzudamente cada pedazo de piel, incluida la propia, y, cuando el cuero había adquirido el tono deseado, extendían todos los trozos sobre un tejado cercano para que se secasen.

—La gente dice que Henry Ford inventó la cadena de producción —dijo Artemis—. En este lugar lo llevan haciendo seiscientos años.

El zoco estaba rodeado por altos muros pintados de blanco pero con numerosos restos de tinte y polvo. Unas manchas de color ocre se extendían por el antiguo ladrillo como el descolorido mapa de algún archipiélago exótico.

—¿Por qué escogería el zoco Kronski? —se preguntó Holly—. El mal olor es casi insoportable, y lo dice una amiga de Mantillo Mandíbulas.

—Kronski padece anosmia desde que nació —le explicó Artemis—. No tiene sentido del olfato.

Le divierte llevar a cabo sus operaciones aquí, porque el interlocutor con el que tenga que reunirse se ve prácticamente asaltado por el olor insoportable de las cubas de ácido.



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